Biografía:
EPÍLOGO

Antonio de la Torre vivió trabajando y escribiendo. Su vida y su obra fueron el resultado de un gran esfuerzo y autodisciplina. Fue autodidacta pero, como era hombre de fuerte voluntad, pudo adquirir una sólida cultura. Era sobrio, sencillo y de fino humor. En una reunión, su presencia no pasaba desapercibida. Disfrutaba de la lectura, de la armonía del hogar, del cine, de la buena mesa y de los viajes.

Diariamente, de retorno a su estudio contable, se disponía a trabajar en las cuestiones literarias. La elección de la pipa, cargarla de tabaco, vaciarla o volverla a cargar, constituía una verdadera ceremonia, que le llevaba el tiempo necesario para ponerse en clima. A veces se quedaba leyendo o escribiendo hasta altas horas de la noche; era incansable en la corrección de sus originales; hasta en los libros publicados realizaba correcciones.

El ser poeta no lo eximía de las responsabilidades de cualquier ciudadano, porque no compartió jamás aquellas posiciones cómodas que tratan de justificar la falta de honradez, de ética, de desinterés por la realidad circundante, por el hecho de ser poeta. Antonio fue un hombre de principios, fiel a sus ideas, a las que defendió con valentía. Fue un apasionado sarmientista y un demócrata ferviente. Tenía coraje personal y una gran dignidad.

No fue un contemplativo ni un bohemio. A la vez que realizaba su obra literaria, empujado por una vocación irreprimible, fue un protagonista activo de la comunidad sanjuanina.

Fue un incansable lector. Cuando pasaba unos días sin escrbir, sentía una gran ansiedad. Le preocupaba el futuro de sus hijos, el no poder realizar su obra, la que alguna vez soñó.

Un sentimiento fraternal lo unía a su entorno. Cuidaba con actitud paternal las parras que había plantado en su fondo. Cada miembro de la familia tenía un árbol; el de Antonio es un roble, que aún extiende sus ramas por el patio, a cuya sombra hemos trabajado muchas tardes. Ahora, nos alberga a todos, hijos y nietos, en nuestros encuentros fraternales.

En las noches de verano le gustaba dormir bajo el cielo estrellado, sintiendo cerca la presencia de los suyos como un racimo de ternura.

Todas las cosas tenían para Antonio una dimensión, un significado distinto, más hondo, más raigal.

Amaba entrañablemente a sus cuatro hijos, con un cariño casi visceral. Mantenía con ellos un amor exigente, pero a la vez amparador. Un diálogo lleno de imágenes los acercaba, a la vez que les enseñaba caminos y les abría ventanas para ver el cielo. Quería transmitirles su rica experiencia para evitarles posibles frustaciones. Siempre estuvo cerca de ellos, apoyándolos y compartiendo las circunstancias de cada uno.

Sintió la alegría de vivir sin desbordes. No lo marearon los cargos ni los éxitos. Sabía muy bien que todo eso era pasajero. Una serenidad creadora lo acompañó hasta su muerte.

Vivimos todos los días una vida sencilla y recoleta, con responsabilidad. Han pasado los años, los hijos se han casado y viven ahora la emoción, el esfuerzo por el futuro de sus familias. Antonio, el mayor, contrajo matrimonio con María Hortensia Videla; tienen cinco hijos: Antonio, Diego, Mariana, María Hortensia y Arturo. Enrique se casó con Silvia Cristina de Stéfano y tienen cuatro hijos: María Soledad, Sebastián, Enrique y María Silvia.; Graciela Nora se casó con Carlos de Stéfano, fallecido, fueron padres de tres hijos: Leonardo, María Verónica y Federico. Elena Beatriz está casada con Rodolfo Carlos Yanzón. Tienen tres hijos: Rodolfo, Andrés y Alejandro.

Me queda como consuelo haber compartido una serena dicha, una vida noble, austera, luminosa por los sueños que albergaba. Mi alma aprendió qué significa la felicidad por estar juntos, amarnos y comprendernos.

Ahora, todo ese mundo que viví con mi Antonio es pasado. Sólo me queda el recuerdo y el resplandor por tanto fuego, por tanto amor, por tanto sueño compartido. Mi corazón no aprendió todavía a asumir su ausencia. Seguirá escuchando la voz querida, enamorado de su tierra sanjuanina, a la que cantó a través de toda su obra:

¡Caminos de esta tierra y de mi vida,
y de mi corazón que va contigo;
caminos de mi tierra que es mi canto
mi justificación y mi destino!


Nora Aubone de de la Torre.
San Juan, 1999.

Bio