Antonio y yo
Nos conocimos en el casamiento de su hermana María con un primo mío. Para mí fue un deslumbramiento conocer a ese hombre, de temperamento atrayente y bondadoso. Para Antonio, seguramente, fue encontrar, en mitad del camino, una racha de viento fresco.
Después de esa oportunidad, nos dejamos de ver hasta después del terremoto de 1944. La ciudad de San Juan estaba totalmente en ruinas. Las familias se habían diseminado en fincas. Vivían en casillas hechas de madera. Sólo subsistieron a la hecatombe algunas edificaciones muy bien construidas. Antonio perdió su casa y decidió vivir con su hermano menor en el "Gran Hotel". Yo pertenecía a una familia numerosa, de trece hermanos y vivía, después del terremoto, frente a ese hotel. Mi casa había resistido la catástrofe. Por ese motivo nuestros encuentros eran casi cotidianos. Nuestras conversaciones siempre recaían en la literatura; hablábamos sobre los trabajos literarios que estaba realizando; me contaba acerca de su vida, de su familia, y fue naciendo entre nosotros un sentimiento que nos acercaba y nos hacía sentir dichosos. En ese año me recibí de maestra y me gustaba pasarle en la máquina de escribir los poemas que me mostraba, recién nacidos.
En esa época apareció el libro "Mi Padre Labrador", editado por Peuser. Antonio me obsequió un ejemplar, que conservo amorosamente, con una dedicatoria sugerente que me es grato recordar ahora, no por su valor poético, sino por lo que significó para mí sentimentalmente.
"Color de espiga tu pelo,
como la aurora tu tez,
tu espíritu, la esperanza,
y tu corazón, de miel.
Ya sabes cuál es la causa
de que a tu lado yo esté."
Tuvimos un año de noviazgo y el 30 de marzo de 1946 nos unimos en matrimonio. Nuestro enlace fue realizado en la Capilla María Auxiliadora y bendecido por Monseñor Audino Rodríguez y Olmos. Vivimos juntos en el mundo de la poesía y el de la realidad cotidiana. Dios nos bendijo con la llegada de cuatro hijos: Antonio, Enrique, Graciela Nora y Elena Beatriz. Pudimos realizar un ideal de vida, con esfuerzo, con fe, con mucho amor. Nos acostumbramos, desde el principio, a trabajar juntos en las tareas literarias. Ese empeño nos unió más y nos ayudó a enfrentar, con fortaleza, todas las circunstancias de la vida.
Nora Aubone, esposa de Antonio de la Torre, 1946.